Vivir en los Montes de María no ha sido fácil para quienes han estado ahí durante las épocas más duras del conflicto. La escuela, por ejemplo, ha resistido por muchos años, y sigue ahí a pesar de las grietas en su infraestructura física que son el recuerdo de un pasado doloroso.

Ese es el caso de la Institución Educativa Técnica de Promoción Social, ubicada en El Carmen de Bolívar. Para llegar a ella se sigue la ruta por la Troncal de Occidente, unida al sector comercial conocido como Gambotico, el cual estaba en disputa entre grupos armados en la década de los 90. En ese momento, Gambotico era escenario de asesinatos a plena luz del día, y era lugar de paso obligado para poder llegar a la escuela. 

Además, cerca a la IE Técnica de Promoción Social, se presentaron varias detonaciones que claramente afectaron la infraestructura de la institución a la distancia. Las primeras detonaciones sucedieron en la rivera del arroyo Alférez, cerca a la institución. Esto generaba caos en las aulas, y padres desesperados buscando a sus hijos en la puerta principal. Como estas explosiones se volvieron recurrentes, empezaron a afectar la infraestructura del colegio.

Una de las explosiones más grandes se dio en enero de 2006, en un atentado contra la tabacalera Espinoza Hermanos, que funcionaba al frente de la institución. Esto afectó, no solo la planta física de la escuela, sino que además influyó en la cantidad de recursos para dictar las clases, los cuales eran donados por la tabacalera en ciertos momentos. 

Para el mismo año, 2006, el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica registra 31 casos de daños a bienes o civiles, 9 de ellos en El Carmen de Bolívar.

CASOS DE DAÑO A BIENES CIVILES EN EL TIEMPO-BOLÍVAR

Dentro de los claustros educativos

También hubo violencia,

¡Limpieza según! Por un ratico

Y su accionar tuvo mucha decadencia.

Copla escrita por un autor anónimo. Incluida en el libro Villanueva: Otra historia, realizado por la IE Villanueva.

La Institución Educativa Villanueva está ubicada en el corregimiento de Villanueva del municipio de Valencia, Córdoba, en la región del Alto Sinú.  Este establecimiento educativo del sector público, formalizado en 2013, funciona en las instalaciones de un colegio privado fundado por Fidel Castaño en 1988 con el nombre de Liceo Villanueva. La casa Castaño escogió a Villanueva como su centro de operaciones. Como parte de su estrategia de control social, decidieron resolverle a la comunidad una de sus necesidades más sentidas: el acceso a la educación secundaria y media. Esta es la historia de una comunidad que, durante muchos años, se acostumbró a que su escuela tuviera un vínculo directo con el paramilitarismo.

Hasta la década de los 70, Villanueva fue un territorio tranquilo, donde sus habitantes tenían un gran amor por su tierra, en contraste con el desinterés estatal. Desde 1960, con un gran esfuerzo comunitario, se había logrado formalizar la Escuela Rural Mixta Villanueva, en la que los niños y niñas sólo podían completar sus estudios de primaria. Por esta razón, solo pocos estudiantes terminaban el bachillerato, ya que para ello debían movilizarse hasta el casco urbano de Valencia.

Así fue hasta 1988, año en el que una paradoja partió la vida de Villanueva en dos. Por un lado, comenzó una bonanza material sin precedentes: la casa Castaño construyó y financió un colegio con recursos humanos y físicos que causaron admiración en todo el departamento, y muchas familias encontraron empleo y tierra para trabajar al servicio de los nuevos “patrones”. Por otro lado, la violencia paramilitar se tomó el corregimiento.

A partir de ese momento, Villanueva vivió en medio de ese trágico contraste: las “buenas obras” hechas por los paramilitares para satisfacer necesidades que no cubría el Estado, y la ola de violencia, muerte y desapariciones que los mismos “paras” dejaban a su paso, que convirtió al corregimiento en un territorio vetado para todo aquel que no contara con el visto bueno de los señores de la guerra.

Así, en lugar de grietas o huellas de balas en las paredes, Villanueva tuvo otros símbolos del poder paramilitar en el territorio, pues fue la casa Castaño la que financió los laboratorios de química, los uniformes de la banda marcial, los dormitorios de los docentes provenientes de otros municipios, las excursiones de la promoción por las grandes ciudades de la costa, y los conciertos ofrecidos por los principales grupos vallenatos del país en las instalaciones del colegio. Aquello causó que este actor armado gozara de cierta legitimidad en la región. 

El poder paramilitar sobre la educación secundaria era claro. Cuando la escuela pública quiso ofrecer los primeros años de bachillerato a través de la telesecundaria, Don Berna les quitó los implementos. 

De esta forma, Villanueva y todo el departamento de Córdoba vieron cómo en su historia, los paramilitares eran parte fundamental del acontecer diario:

Línea de tiempo. ¿Qué pasaba en el Caribe entre 1996 y 2005? archivos de prensa.

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Después de muchos ires y venires, en los que el Liceo pasó de ser privado a público, y luego nuevamente a privado pero con financiación pública a través del Banco de Oferentes, finalmente el colegio se vino a pique en 2011. Esto fue un reflejo de los cambios de la dinámica paramilitar en la región y su relación con el Estado, pues para 2011, la ley de Justicia y Paz y la extradición de máximos jefes paramilitares eran un hecho. Con el desplome del Liceo, fueron los docentes de  la escuela pública, que en este momento se llamaba el Centro Educativo Villanueva, CEDUVI, quienes recibieron a los estudiantes del Liceo en sus humildes instalaciones a pesar de haber recibido miradas displicentes desde sus colegas del Liceo en años anteriores.

Las instalaciones del CEDUVI no eran las mejores, pero quienes allí laboraban se sentían orgullosos de su escuela porque era fruto de su trabajo honrado. Sin embargo, la comunidad de Villanueva no estaba dispuesta a que se perdieran las instalaciones del Liceo, y presionó al nuevo directivo del CEDUVI para que trasladaran la escuela pública a las instalaciones del Liceo, que se encontraban abandonadas y deterioradas. 

Luego del traslado, en el 2013 se formalizó la Institución Educativa Villanueva, INEVI, y graduó su primera promoción en un intento heroico por demostrar que desde la educación pública también se puede garantizar el derecho a la educación. 

Desde 2013, la INEVI lleva ocho años resignificando este espacio. No ha sido fácil, pues muchos villanueveros siguen refiriéndose al colegio como “el Liceo” y haciendo comparaciones con tiempos pasados. Además, una huella del pasado sigue en pie: la placa que recuerda a  Fidel Castaño como fundador a la entrada del colegio, instaurada en la inauguración del Liceo en 1988. Se han hecho varios intentos para quitar esta placa, pero aún hay quienes defienden su existencia. Quizás esta placa algún día sirva como lugar de resignificación de memorias. 

En 2019, los requisitos técnicos de un proyecto de cerramiento que se ganó el colegio llevaron a que se cambiara la entrada. Así, quien hoy entra a la I.E Villanueva no pasa por el emblemático monumento. Quizás este cambio casi accidental sea un buen símbolo del reto de la INEVI, cuyos directivos y docentes saben que en las memorias personales y colectivas de muchos villanueveros aún existe nostalgia por los “años dorados” del Liceo y que será poco a poco, transformando imaginarios, discursos y prácticas, que se logrará construir una cultura de paz y la claridad de que, nunca más, la educación debe estar vinculada a la guerra.

IE Villanueva: *Libro Villanueva: Otra historia.

En San José de Uré, las escuelas han sido ocupadas por distintos grupos armados a lo largo de la historia.

Desde la década de los 80, varias escuelas rurales de San José de Uré han tenido a los grupos armados dentro de sus instalaciones, sin su consentimiento. Además del riesgo que esto generó, la militarización del espacio escolar también ocasionó deterioros a la infraestructura.

Tristemente, los caminos y los entornos inmediatos de las escuelas han sido escenarios de combates y otros actos de violencia, y el territorio uresano no ha estado exento de la tragedia de las minas. En general, en San José de Uré aún no se puede decir que el Estado garantice que las escuelas no sean escenarios de infracciones del DIH y que puedan representar un entorno protector para todos los que les dan vida.

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En este especial podrás encontrar relatos que narran cómo el conflicto armado afectó significativamente al Caribe Colombiano, y con ello, se vieron afectadas las escuelas, que han enfrentado el reto de construir proyectos de vida y de comunidad en medio de la violencia.

Realizado en conjunto con
Investigación: Diana Velasco, Inty Buelvas, José Márquez
Redacción y producción sonora: Diana Velasco.
Visualizaciones e infografías: Santiago Luque Pérez.
Edición material audiovisual: Farouk Naar
Fotografía: Miguel Martín, Rosángela Roncallo