El año 2000 fue uno de los más críticos para la Región Caribe. Empezamos en Bolívar, donde ocurrieron hechos como la masacre de El Salado y la explosión de una bomba de las FARC en el Colegio Nuestra Señora del Carmen en el municipio de El Carmen de Bolívar, hecho que acabó con la vida de tres estudiantes.  Adicionalmente, de acuerdo con Rutas del Conflicto, para el año 2000, en el país ocurrieron 13 tomas a escuelas: 4 por paramilitares, 3 por guerrilla, 3 por agentes estatales, y 3 sin información.

Además, el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica, señala que en todo el departamento de Bolívar se registraron 24 masacres en el año 2000. 

Estos hechos desataron una ola de desplazamientos:

DESPLAZAMIENTO BOLÍVAR (expulsados y recibidos)

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En este departamento, en el municipio de El Carmen de Bolívar, se encuentra la Institución Técnica Ecológica Emma Cecilia Arnold. Allí fueron recibidos muchos estudiantes desplazados a causa de los hechos ya relatados. Para el año 2002, el colegio registró la matrícula de 830 estudiantes víctimas de desplazamiento, una cifra muy alta comparada con los 413 estudiantes registrados en 1999:

MATRÍCULAS EMMA ARNOLD

En medio de esto, las escuelas de El Carmen de Bolívar como la IETE Emma Cecilia Arnold se enfrentaban a los temores generados por la dinámica de la guerra en la región. Por un lado, tanto docentes como padres de familia y estudiantes podían ser señalados por uno u otro grupo armado como “auxiliadores” del grupo contrario. 

Por otro lado, en la IETE Emma Cecilia Arnold fueron testigo de cómo, durante sus actividades ecológicas desarrolladas en zonas rurales, docentes y estudiantes eran observados a la distancia por personas desconocidas y sospechosas que les tomaban fotografías. Esto sembró el temor en la escuela. No obstante, las clases nunca cesaron, ni siquiera en los días más críticos. Por el contrario, esta escuela brindó toda clase de servicios de ayuda humanitaria y acompañamiento a múltiples familias desplazadas, asumiendo incluso un papel que le competía a otras entidades estatales. 

A 200 kilómetros de allí, en el departamento del Cesar, la violencia tocó la puerta de los habitantes del corregimiento de Casacará, del municipio Agustín Codazzi. El 18 de mayo de 2000, un grupo de paramilitares del Bloque Norte instaló un retén en la carretera Becerril-Casacará, y asesinó a cinco personas. 

En ese mismo año, el departamento del Cesar registró 32 masacres, 7 de ellas ocurridas en el municipio Agustín Codazzi, donde el total de víctimas fueron 34 personas.

MASACRES CESAR

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Esta ola de violencia incidió directamente en la población estudiantil de la Institución Educativa Luis Giraldo, ubicada en Casacará, corregimiento con aproximadamente 7 mil habitantes. En el año 2000, el desplazamiento fue uno de los hechos victimizantes con mayor recurrencia en el departamento del Cesar, del que salieron 34.282 desplazados, y llegaron 29.846.

Debido al temor generado por la violencia y la incertidumbre, a la IE Luis Giraldo solo se matricularon 200 estudiantes en el año 2001, una reducción de más del 50% en comparación con el año anterior, donde se matricularon 450 estudiantes.

Cuando la matrícula baja de manera tan drástica a causa de la violencia, la escuela también debe reducir la planta docente y hacer mayores esfuerzos para gestionar los recursos necesarios para continuar. En palabras de la comunidad educativa, “sin estudiantes se disminuye la planta docente y sin profesores era muy posible el cierre de la Institución, lo que acarrearía, por ende, que la comunidad quedara huérfana de su alma mater; lo cual sería un retroceso de 25 años.”

A pesar de esta amenaza de dejar de funcionar, y de la violencia que afectaba a estudiantes y docentes, la IE Luis Giraldo decidió seguir adelante, con la educación como resistencia al conflicto. Sus docentes y directivos, optaron por seguir enseñando en los peores momentos, como un acto de valentía y compromiso con la comunidad de Casacará. Esta resistencia y esfuerzo a través de los años, da como resultado que, para el año 2019, alcanzaron una cifra histórica de matrículas, con 650 estudiantes inscritos. 

Otra institución que ha resistido a la violencia a pesar de la afectación a la población estudiantil es la Institución Etnoeducativa San José de Uré, ubicada en las estribaciones de la serranía de Ayapel, en el Alto San Jorge en el Sur de Córdoba. Siendo Uré una de las puertas al Nudo de Paramillo, es un territorio que ha estado afectado por el conflicto armado desde sus inicios y en el que, desafortunadamente, la guerra está más recrudecida que nunca.

San José de Uré es un palenque que conserva huellas de africanía. Con 13 años como municipio, 9 corregimientos, 87 veredas y 12 mil habitantes, este territorio lleva en su historia tres tomas guerrilleras y presencia de grupos paramilitares. 

Durante las décadas de los 70 y los 80, la IE San José de Uré empezó a verse afectada por la presencia del EPL y posteriormente de las FARC. En 1983, 1988 y 1991, ocurrieron tres tomas de las FARC al Comando de Policía. Para esta época, los docentes empezaron a notar que el número de estudiantes bajaba, ya fuera por desplazamiento o reclutamiento de menores de edad.

Desafortunadamente, la situación se complejizó aún más en los 90 y en la primera década del 2000, años en los se instaló la presencia paramilitar en Uré y se consolidaron los cultivos de coca. 

 A causa de toda esta dinámica de conflicto armado y economía ilícita, las matrículas escolares en las zonas rurales y urbanas han tenido cambios significativos:

Matrículas 2005-2019

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Para el año 2008, el desplazamiento forzado se intensificó en el departamento. Según la Unidad de Víctimas, Córdoba registró 21.391 personas que dejaron este territorio a causa de la violencia, y recibió 21.211 desplazados del resto del país.

Al año siguiente, es evidente la disminución de las matrículas escolares en la zona rural, al tiempo que crece en las zonas urbanas.

Así, en la Región Caribe las escuelas se han visto directamente afectadas por la violencia del conflicto armado. El desplazamiento forzado no sólo afectó las vidas de miles de familias, sino que causó grandes cambios en la matrícula y la composición de la población estudiantil, acarreando enormes retos para escuelas que, o bien estuvieron a punto de desaparecer, vivieron flujos de entrada y salida de estudiantes que afectaron la cohesión y los procesos de enseñanza-aprendizaje, o se vieron desbordadas al tener que asumir, sin los recursos físicos humanos y necesarios, a aquellas familias que venían huyendo de la guerra.

 Aunado a esto, se debe tener en cuenta que en cada vereda, corregimiento y municipio, la violencia tuvo muchas otras formas de expresarse, además del desplazamiento. Señalamientos, amenazas, reclutamiento forzado, violencia sexual, asesinatos, masacres, desparición forzada, minas, tomas, y combates fueron todos hechos victimizantes que afectaron a los distintos actores que le dan vida a las escuelas, que se vieron profundamente afectadas tanto indirecta como directamente.

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En este especial podrás encontrar relatos que narran cómo el conflicto armado afectó significativamente al Caribe Colombiano, y con ello, se vieron afectadas las escuelas, que han enfrentado el reto de construir proyectos de vida y de comunidad en medio de la violencia.

Realizado en conjunto con
Investigación: Diana Velasco, Inty Buelvas, José Márquez
Redacción y producción sonora: Diana Velasco.
Visualizaciones e infografías: Santiago Luque Pérez.
Edición material audiovisual: Farouk Naar
Fotografía: Miguel Martín, Rosángela Roncallo